En esta entrada, enseñaremos un poco más de la historia de éste lugar. Esta vez nos centraremos en tres puntos de interés que podemos encontrar mientras recorremos las rutas:
Estos depósitos, unidos a la aparición de numerosos fragmentos de cerámica, son testimonios de la presencia del linaje qahtaní en el lugar, establecido tras la llegada musulmana a la Península. Por ello es también posible la presencia de una maqbara (necrópolis musulmana) que evidencia igualmente el asentamiento durante este período.
- Los silos: se encuentran cercanos a las colinas de la Cerrá II y III, área donde se extiende Tíjola la Vieja, lo encontramos en la Cerrá IV. En total se encuentran siete silos de origen islámico excavados en la roca que pudieron funcionar o como espacios para el almacenamiento de provisiones o como lugares destinados a enterramientos humanos pero no podemos precisar más información acerca de ellos.
Estos depósitos, unidos a la aparición de numerosos fragmentos de cerámica, son testimonios de la presencia del linaje qahtaní en el lugar, establecido tras la llegada musulmana a la Península. Por ello es también posible la presencia de una maqbara (necrópolis musulmana) que evidencia igualmente el asentamiento durante este período.
- Cueva de la Paloma: se ubica en la Cerrá IV. Es una abertura cavernosa de origen natural, que fue explotada como mina de cobre y hierro desde la Edad del Bronce hasta mediados del siglo XIX. Este uso comenzó ya en tiempos antiguos, hay quienes opinan que desde la Prehistoria, siendo uno de los elementos articuladores del entorno habitado, ya que los asentamientos se establecerían en la zona, entre otros factores, como es la posición estratégica del enclave, por la explotación del mineral que extraían de la cueva y que supondría una gran fuente de aporte económico.
Cerca de la cueva, tenemos constancia de la ubicación de un edificio de dos alturas que habría funcionado como factoría de la propia mina.
- La cascada de la Fuente del Huevo: es un espacio de gran singularidad natural en todo el entorno. Se trata de una impresionante y singular cascada que pertenece a un gran afluente del río Bacares y que tradicionalmente ha servido de zona de baño para aquellos vecinos de Tíjola que se han aventurado hasta este enclave.
Su nombre procede de la costumbre que tenían los tijoleños de ir a sus inmediaciones a tomarse el "hornazo", un bollo acompañado de huevo duro, uno de los alimentos característicos de la localidad.